miércoles, 25 de marzo de 2020

Sobre pandemia, política y legitimidad

Por qué el liberalismo necesita revaluar su estrategia y abandonar el economicismo.



Por Mauricio Vázquez 

 Como conté en más de una oportunidad, me hice liberal de adolescente, leyendo distopías como Fahrenheit 451, mucho antes de saber de Hayek, Locke, o cualquier otro autor liberal que sumé a mí conocimiento recién años después.

Mi preocupación es y ha sido siempre, la opresión. La de los individuos contra sus pares, la de las familias para con los diferentes y, obviamente, la de los gobiernos contra el pueblo.
En los últimos seis o siete años han sido múltiples las charlas que he dado (muchos son testigos) advirtiendo que la sumatoria de Democracias de Masas, grandes medios de comunicación, estado de bienestar y capacidad tecnológica creciente, derivaría inevitablemente en la concreción de esas distopías.

Incluso muchos me han oído y leído decir que las argumentaciones a favor del capitalismo que se enraizaban exclusivamente en el desarrollo tecnológico sin señalar la moral liberal que debe haber detrás, solo derivarían en refutaciones obvias de los enemigos de la libertad y en la legitimación de naciones hiper-tecnológicamente desarrolladas pero sin libertades civiles como China (más de un liberal cae en este horror).
Sirve de ejemplo la vergüenza que pasó, a mí entender, una exponente "famosa" del liberalismo nacional en un debate con personalidades de izquierda por argumentar desde ese lugar simplista y marketinero.

También me han escuchado decir que mi temor más fundado era el de que algún día, así como las periferias supieron copiar el modelo americano por su capacidad de desarrollo productivo y bienestar, también algún día esas periferias terminarían copiando modelos autoritarios por las mismas razones, sumadas a una mejor capacidad de control de sus poblaciones y a una más eficiente satisfacción (paradójicamente) de los caprichos de sus propios pueblos.

Dicho todo lo cual, aclaro mi posición sobre las medidas tomadas en Argentina por la pandemia:

Considero absolutamente válidos los dos planteos principales que se han hecho desde el liberalismo, a saber:

1 - Que estas medidas terminen legitimando la pérdida progresiva de libertades civiles y justificando estados autoritarios.

2 - Que las medidas siendo como son pura y exclusivamente centradas en una sola variable (la salud), subestimen el impacto económico que tendrán, sobre todo en un país devastado, y sin considerar que por subestimar las otras variables, el impacto sobre la salud general de la población termine siendo justamente peor.
No solo los considero válidos. También los suscribo.

Establecido todo lo anterior, y para completar, cierro mi punto:
Considero que era absolutamente imposible que el gobierno actual hiciese otra cosa. Porque la variable que sistemáticamente también subestiman los liberales es la de la política, que conlleva como concepto otras variables menores: construcción del liderazgo, generación de símbolos compartidos, lazos y agenda de poder, capacidad de movilización de recursos lingüísticos, simbólicos, económicos y hasta represivos, y, sobre todo, LEGITIMIDAD, LEGITIMIDAD, LEGITIMAD.

Esperar que Alberto Fernandez, un presidente asediado incluso desde dentro de su propia alianza de gobierno, en un país que ha llegado a demandar como un derecho humano ver los goles del fútbol, en un contexto donde los principales líderes del mundo mandan cuarentenas, vaya a hacer otra cosa al inicio de tamaña crisis, es subestimar nuevamente la variable política.

De fondo algunos planteos no comprenden que lo que piden puede ser solo hecho en una dictadura que no contemple las expectativas construidas históricamente y asentadas en el pueblo. Y no porque esas expectativas no puedan cambiarse, sino por el hecho de que para hacerlo, hace falta empeño y tiempo (¿Cómo podría suceder esto en medio de una crisis pandémica?) o una sangrienta y desmesurada capacidad represiva.

Este subestimar sistemático de la política nos ha reducido a ser un grupo de militantes de café, fundaciones o academias, pero nunca opción real de poder y de gobierno.
Respeto profundamente los que, desde la arena analítica, filosófica o académica señalan con absoluta justicia los puntos 1 y 2, y especialmente en ese sentido destaco a Gabriel Zanotti, quien desde hace décadas educa en el liberalismo sin justamente desdeñar la variable política ni abrevar en los eslóganes simplistas que están de moda.

Pero repudio a los que dicen hacer política desde el liberalismo, y caen en la demagogia de señalar estas cosas sin hacer mención explícita a la dimensión legítima y de construcción simbólica que nos somete a ellas; sin reconocer que el liberalismo economicista ha destruido nuestros reflejos políticos y de construcción de poder y sin aceptar que el liberalismo argentino, así las cosas, ha sido hasta hoy un club de amigos que expulsa a todo aquél que no dice lo que los dos o tres capitostes históricos tienen ganas de escuchar.

Actuar de este modo es fulbito en mitad de la cancha, como se dice en la jerga de ese deporte que también desdeñan. Una búsqueda de seguidores y retweets absolutamente demagógica e inconducente.

Si queremos realmente detener el avance sobre las libertades civiles, es absolutamente fundamental recuperar la dimensión política en el lenguaje liberal, sus prácticas, reglas y llamado a la acción, y correr al menos un paso atrás a la economía, la cual es absolutamente fundamental, pero siempre a mí entender subsidiaria de la política, la ética y los valores que le han dado vida al liberalismo.

Y al que dude de lo que digo le recomiendo con toda humildad dejar por un tiempo los manualcitos de copy paste que andan dando vueltas y regresar a fuentes como las de Adam Smith, Locke y tantos otros.
Espero haber aclarado el punto.

Autor: Mauricio Vázquez
Politólogo

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